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El Puente de Piedra

Las ciudades que han crecido y se han desarrollado junto a las orillas de los grandes ríos han tenido siempre que acondicionarse para poder cruzar éstos de forma fácil y eficaz.

Puente
Puente de Piedra desde la Torre del Pilar. (foto tomada en el año 2008)

Los arquitectos, a lo largo de la historia, vienen desarrollando técnicas de construcción muy específicas para el trazado de los puentes. Los romanos estaban dotados de envidiables de estas técnicas, y todas sus construcciones fueron siempre majestuosas y magníficas. No en vano perduran en la actualidad muchas de sus obras tras más de dos mil años.

Acueductos, puentes, edificios para sus gobernantes... España está salpicada de numerosas de estas construcciones. Sin embargo, en Zaragoza no quedan restos de ningún puente de esa época.

Lo más que se sabe, es que hubo un trazado de puente en el lugar donde hoy ocupa el de Piedra, aunque sólo se supone, ya que no existen pruebas. No obstante, las suposiciones tienen peso y sería erróneo pensar lo contrario dada las costumbres romanas en lo que se refiere a las construcciones y equipamientos con que dotaban a sus ciudades. Caesaragusta era una ciudad importante, en consecuencia tuvo que haber en este punto un Puente Romano.

Dado que la casi totalidad de las construcciones romanas se hacían con piedra, es de suponer que el que construyeran fuese con este material; sin embargo en este caso, no quedan ni vestigios ni documentación que así lo asegure.

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No se concibe a Zaragoza sin la presencia del Puente de Piedra junto a la Basílica del Pilar.

Lo más probable es que construyeran un puente mixto; es decir, estructura en piedra y el viaducto en madera. (Pilares de piedra y suelo y vuelos en madera). Aunque también pudo haber sido todo él de piedra, como ocurre con los puentes que hoy aún existen en diferentes puntos no muy lejanos a Zaragoza. (Mantible, Celsa, etc.)

También pudo ocurrir que los romanos no hubieran sido capaces de tender un puente capaz de resistir los embistes de un río tan caudaloso y bravo como el Ebro, que siempre ha barrido sus orillas con fuertes avenidas de agua. Hoy en día, estas avenidas están más controladas gracias a la regulación de su caudal por medio de embalses y presas; aún así, en las ocasiones en que el nivel de sus aguas crece de manera excesiva como consecuencia de fuertes lluvias, deshielos rápidos de las cumbres nevadas, y en la recepción de las aguas de sus afluentes, el Ebro cuando dice que está ahí, pone en peligro toda su cuenca con graves y devastadoras inundaciones.

Y puestos a suponer, pudo ser perfectamente posible el que los romanos se sintieran incapaces de construir un Puente seguro, y optasen por cruzar el río con ayuda de barcazas.

Al no contar con documentación que pruebe uno u otro supuesto, cualquiera es perfectamente admisible.

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No obstante, el actual Puente de Piedra también está cargado de historia.
Al igual que otras muchas construcciones que aún perduran, tiene su origen en la etapa Medieval española.

Su antigüedad puede datarse hacia el siglo IX, durante el dominio musulmán. Abderramán II ordenó reconstruir en el 839 el puente que había sido derribado por las aguas del Ebro en el año 827. Pero el puente construido por los moros era de madera (salvo los pilares) y los cristianos, durante la reconquista de España, sitiaron la ciudad e incendiaron el viaducto. Esto ocurría en el año 1118.

Así que tuvo que ser nuevamente reconstruido. La Edad Media fue la encargada de hacerse con las riendas y el control de este puente, al que los zaragozanos llamaban Alcántara, pues aún se utilizaba esta palabra árabe.

En la segunda mitad del siglo XII se recaudan fondos para su conservación. También se designan cargos públicos encargados de su administración y encontrar técnicos con los suficientes conocimientos para llevar a cabo su mantenimiento y reparaciones. Los cuales o brillaban por su ausencia, o no existía personal suficientemente cualificado.

Hubo concesiones en el sector religioso, en que se proveerían anualmente de al menos, 20 vigas de madera para su mantenimiento.

El Cabildo de La Seo, en 1188 decide que cuenta con capacidad técnica suficiente como para comprometerse a construir un puente todo él de piedra, en un plazo de veinte años. Pero esto no lo hace gratis. A cambio, recibirá todas las rentas destinadas a su mantenimiento.

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Además, para la construcción exigió poder tomar cuantas piedras se precisasen de las ruinas que quedaban de la época romana; con lo cual, sabemos que gran parte de la muralla pasó a formar parte de la estructura del actual Puente de Piedra.

En 1261, el río Ebro volvió a mostrarse con toda su bravura, arrasando las huertas, y el propio puente. El gasto que se generaría para su reparación era mayor que las rentas asignadas a ese efecto, por lo que el rey D. Jaime I tuvo que ordenar ceder las rentas de los baños judíos para financiar estas obras.

Pero no sería este el último derrumbamiento del puente. En fechas sucesivas, nuevas riadas se llevaban una y otra vez el puente. El continuo gasto que esto generaba, obligó a doblar el impuesto que antes había que pagar para cruzarlo. Este impuesto, llamado Pontazgo fue implantado en torno al año 1200.

Es en 1420 cuando se decide tomar en serio construir un puente lo suficientemente robusto como para soportar las avenidas del Ebro. En 1435, a punto de finalizar la obra, se derrumbó un arco matando a 5 obreros. Tras una nueva reconstrucción, se inaugura por fin en 1440.

Pero el río Ebro iba a demostrar que siempre está dispuesto a mostrarse bravo. Dos siglos más tarde, el 18 de febrero de 1643, el río subía de nivel de tal modo, que causó numerosos estragos y catástrofes.

El hecho tomó tal magnitud, que el dominico Lamana (cronista de la época) narra así el suceso:
A las cuatro de la mañana comenzó a crecer el río Ebro; entre la una y las dos derribó los dos arcos de medio del Puente de Piedra y antes llevó el Puente de Tablas.

La Alcántara o Puente de Tablas, sería construido de inmediato e inaugurado el 25 de noviembre de 1644; pero el de Piedra, tardaría bastantes años en reconstruirse. Entre 1657 y 1671 se reedificaría bajo la dirección del maestro de obras Felipe de Busignac y Borbón. Su elevado coste se sufragó con el impuesto de sisas cargado sobre los productos de primera necesidad.

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