Esto ocurría en los primeros años del Siglo VIII; año 714, se presentaba ante las puertas de Cesaracosta un impresionante ejército musulmán, al frente del sarraceno "Tariq y Musa", Gobernador de la ciudad santa Kairuán. Sin necesidad de recurrir a las armas, se hizo con el control de la ciudad de manera totalmente pacífica. Nadie opuso la menor resistencia, pues parece ser que todos les tomaron como ejército amistoso en vez de un ejército de exterminio, a pesar de que hubo muchos altos cargos eclesiásticos y nobles de la burguesía visigoda que no se fiaban del todo, y optaron por huír.
A la ciudad se le dio el nombre de "Saraqusta Medina Al-Baida" (Ciudad Blanca). El nombre en sí continuaba siendo el mismo de antes, es decir, Cesaracosta; qué, con la fonética árabe se transformaría en Saraqusta. Lo de "Ciudad Blanca" fue un sobrenombre aplicado, según dicen, por el blanco que ofrecía el perímetro amurallado desde lo lejos.
Por delante quedaban cuatro siglos de una ciudad que volvería a ver cambiado su aspecto, cultura y costumbres. De las antiguas edificaciones romanas ya no quedaba prácticamente nada. Los musulmanes tampoco derribaron ningún edificio, sencillamente aprovecharon lo que se pudo de los existentes modificándolos a su antojo, y construyendo otros nuevos. Edificios que, en su mayoría, eran auténticas joyas arquitectónicas; aún perduran numerosas torres, entre las que caben citar la de la Iglesia de la Magdalena y la de San Gil Abad, entre otras. Igualmente el impresionante Templo en el que quedó la Catedral de La Seo, y numerosas edificaciones con claro estilo mudéjar.
El Torreón de la Zuda es también de origen musulmán, aunque nada más queda la Torre; el resto del edificio, que fue toda una fortificación engarzada a la propia Muralla Romana, sede y casa de verano de Gobernadores Musulmanes, fue derribado por ruina en el pasado Siglo XX.
Aunque, sin duda alguna, el edificio por excelencia, y que aún perdura como si hubiera sido construído hace unos pocos meses, es el magnífico Palacio Fortaleza de la Alfajería. Todo un castillo en miniatura.
Palacio fortaleza de La Aljafería
Hoy utilizado como Sede del Gobierno de Aragón.
Durante su dominio, permitieron la convivencia pacífica entre religiones. En ningún momento se impuso por la fuerza someter a la población a que se convirtiera al Islam. Aceptaron las religiones Cristiana y Judía, ya que al igual que la suya, creen en un sólo Dios y en su Palabra revelada a través de un Libro Sagrado.
No obstante, sí que impusieron ciertas reglas para aquélla convivencia. En primer lugar, procedieron a una división de la ciudad, donde viviría en cada una de ellas, los seguidores de sus propias religiones.
A este respecto, a los Judíos les emplazaron en el llamado "Castillo de los Judíos" (Zona de San Carlos, en el Coso Bajo).
Con respecto a los Cristianos, hubo dos grupos: Los sometidos al islamismo, pero conservando su propia fe Cristiana, los ubicaron en torno a la Basílica del Pilar, y que antes recibía el nombre de Iglesia de Santa María. A este grupo les llamaron "Cristianos Mozárabes". A ellos les cargaron con impuestos especiales mientras permaneciesen fieles a su Religión.
El segundo grupo de Cristianos, se convirtió al Islam, y les llamaron "Muladíes" para conocerlos como aquéllos que renegaron del Cristianismo. Se les permitió vivir según sus costumbres, salvo en lo concerniente a la religión.
Los musulmanes se repartieron el resto de la ciudad.
La vida continuó de este modo; de forma pacífica, durante algunos años. Hasta que comenzaron a producirse levantamientos en España en contra del poder musulmán, en torno al año 725, que fue incrementándose progresivamente hasta el 750, en que se declaraba una larguísima guerra entre Cristianos y Moros hasta conseguir expulsarlos del suelo español por los Reyes Católicos.
No obstante, y a pesar de las guerras, tuvieron tiempo más que suficiente como para dejarnos un importantísimo legado arquitectónico.
Saraqusta fue reconquistada en 1118 por el Rey Alfonso I, El Batallador. Desde entonces ya no se aplicaría el nombre de Saraqusta nunca más, para traducirlo al castellano; es decir, Zaragoza.