Título de Vizconde
El título de Vizconde tiene su origen en la época de los Emperadores
romanos.
Por entonces, cuando los Condes Gobernadores se ausentaban de
los Gobiernos encomendados a su autoridad, dejaban unos Tenientes con el
título de Vicarios del Imperio para que los sustituyeran durante dichas
ausencias.
Según sus méritos, dichos Vicarios podían ascender a la
dignidad de Condes.
De acuerdo al latín de Edad Media, se llamaba "Vicecomites", a unos
comisarios nombrados por los Condes para gobernar en su lugar.
Algunas
veces, los territorios que estos dominaban y sobre los que tenían
jurisdicción eran tan extensos que se hacía preciso el establecimiento
de dichos comisarios, para ejercer la autoridad condal en aquellos
lugares excesivamente alejados de aquel donde el Conde solía tener su
habitual residencia.
Con el tiempo, el cargo de "Vicecomite" se
convirtió en hereditario como el de los Condes.
Este nombre, "Vicecomite",
se convirtió en Vizconde y así lo denomina la Ley X de la Partida 2ª;
"Vizconde tanto quiere decir como oficial que tiene lugar de Conde".
Una vez establecida la dignidad, el título de Vizconde se dio en
ciertas ocasiones por el Rey y puestos en las ciudades que el monarca
les asignaba.
En otras, era el Conde o Duque que mandaba en determinada
región, quien los nombraba.
Lo mismo que los Condes, los Vizcondes, como lugartenientes de
aquellos, ejercían el Gobierno, el mando militar y estaban autorizados
para administrar justicia.
Hay que tener en cuenta la época:
Condes y Duques eran casi soberanos
y extendían sus dominios en territorios muy grandes lo que hacía
inevitable que delegaran sus atribuciones en unos, digamos, ayudantes
que, con el paso del tiempo, acabaron en título de nobleza.
Naturalmente
habrá que advertir que los primeros Vizcondes eran elegidos entre los
miembros del Estado Noble, es decir entre caballeros e hidalgos.
Y el tiempo también se encargó de que los Vizcondes, siguiendo el
ejemplo de Condes y Duques, adquieran para sí territorios y castillos,
convirtiéndose en señores y despojándose de la obligación que habían
tenido de obedecer al Conde.
Cuando Carlomagno entró en Cataluña en el año 778 creó nueve
Vizcondados, que fueron: Castellnou, Querforadat, Vilamur, Rocaberti,
Bas, Cabrera, Cardona, Ager y Escornalbou.
Por tanto, en lo que se refiere a Cataluña, la dignidad de Vizconde,
se encuentra en el privilegio concedido a los barceloneses por Carlos
"el Calvo" fechado en el Monasterio de San Senín, a 12 de junio del año
844, y continuó durante los siglos IX y X y parte del XI.
Francia, y en concreto, los Condes de París, fueron de los primeros
que subfeudaron parte de sus condados a otros señores que utilizaron ya
el nombre de Vizcondes, encargándose de la administración de Justicia,
que antes dependía de un Preboste.
Otra de sus atribuciones fue la de
mandar a los hombres de armas en sus Vizcondados.
Ascendidos a la nobleza, los Vizcondes catalanes, adquirieron una
soberbia que les hacía llevar malamente la autoridad de su Conde y aun
el homenaje y la sumisión que debían a sus soberanos, los Reyes de
Francia primero y a los Condes de Barcelona después, hasta que a
mediados del siglo XI, en la época de Ramón Bererguer I "el Viejo",
comenzó a decaer la independencia de los Vizcondes, al tiempo que se
reafirmaba la de los Condes.
Y es que, refiriéndonos a Cataluña, como Lugarteniente del Conde,
existía siempre a su lado un Vizconde y a medida que aumentaba la
influencia de éste, disminuía la del otro, pero conforme los condados
del territorio catalán se fueron agregando a la Casa de Barcelona,
quedaba en cada uno de estos un Vizconde que ya no tenía por que dar
cuenta de sus actos a ningún Conde y la única soberanía a la que estaba
sujeto era a la de su Soberano.
Crecía, pues, el poder de los Vizcondes que no llegaron a ser
dominados por completo hasta 1.288, fecha en que Ramón Folch, Vizconde
de Cardona, junto con sus familiares y allegados, se sometieron
completamente al rey de Aragón y Cataluña, Pedro llamado "el Grande",
poniendo a disposición de la Corona sus castillos, ciudades, villas,
territorios y hasta sus personas.
Con esto, la dignidad de Vizconde sufrió un rudo golpe y los
orgullosos caballeros de este título tornaron a ser lo que en un
principio fueron:
Simples dignatarios con un título de nobleza, pero
perdiendo la autoridad e independencia que, poco a poco, se habían ido
adjudicando ellos mismos.
Con posterioridad se fueron titulando Vizcondes, los hijos mayores de
los Condes.
Fue una costumbre que estableció mediante sucesivas
disposiciones legales para que, el referido título, honrara a los
primogénitos de las casas que poseían otros mayores en jerarquía acorde
a lo anterior, no se podía alcanzar el título de Conde o Marqués sin
antes haber obtenido la calidad de Vizconde.
Pero el paso del tiempo y los intereses privados, aspecto este
fundamental en cualquier estamento, redujeron, a mera fórmula, esta
disposición; lo que quiere decir, que para obtener un título superior,
se pasaba por el de Vizconde como un puro trámite.
Pese a todo lo anterior, con los sucesivos cambios, hubo y hay
Vizcondes que permanecen con esta dignidad sin pasar a la inmediata
superior de Conde.
Y hubo Vizcondes que tomaron carta de naturaleza como
títulos independientes.
Como en el caso anterior, el título de Conde también proviene de la
antigua Roma.
Si los emperadores denominaban como "Vicecomites", lo que
más tarde fueron los Vizcondes, a aquellos servidores de la más alta
nobleza, los llamaron "Comites", nombre derivado del latín "comes", es
decir, compañero, hombre de confianza de la Casa Real con obligación de
desempeñar para ella determinados servicios o funciones.
Estas dignidades les fueron otorgadas a los Generales del Ejército y
a los Gobernadores de las provincias del Imperio.
Así se establecía el
gobierno de una provincia; los "Comites Minores", que regían una ciudad
y los "Comites Majores", cargo intermedio entre los anteriores y los
propios "Comites".
En la Administración pública de Roma, podían encontrarse cargos muy
elevados, tales como los llamados "Condes Sagrados" por desempeñar
ciertas misiones en el Palacio de los Césares, "Condes del Sacro
Palacio" por ser Mayordomos y, "Conde los Criados" por ser aquel que se
ocupaba de que todo fuera bien y controlaba la servidumbre.
En tiempos de Marco Aurelio, a los gobernadores que se ocupaban de la
gobernación de España, se les denominaba Condes, ("Comes").
Sin salir de Italia, en el Vaticano ha existido el título de Conde
Palatino, aunque ha sufrido algunas variaciones.
Los reyes franceses, imitando a los césares romanos también tuvieron
sus Condes de Palacio a los que denominaron "Comite a palati nostri" y
"Comites sacri palati".
A otros altos vasallos de la Corona francesa,
en la primera y segunda dinastía, se los tituló Condes Palatinos.
Los godos en España mantuvieron también sus Condes.
De ellos se habla
en el Fuero Juzgo y en los Concilios toledanos.
Aquellos caballeros
principales que poseían suficientes merecimientos para serlo, eran
nombrados Condes.
De acuerdo a lo dicho por Ambrosio de Morales, "Siete oficios
tuvieron los godos para el gobierno de las tierras en tiempos de paz:
Ardingos, Condes, Rectores de las cosas públicas, Tiufados, Alcarios,
Jueces y Saxones".
Todo esto se confirma en los Concilios celebrados en
sus tiempos, especialmente en los de Toledo y el "Fuero Juzgo",
anteriormente citado.
Basta con recordar al Conde don Julián, en el
reinado del rey Rodrigo, en los primeros años del siglo VIII, y con más
anterioridad, al conde Paulo, que se sublevó en tiempos del rey Wamba.
Los Condes pertenecían a la más alta nobleza que hubo entre los godos
y, de entre ellos, se elegían a los reyes y fue título mucho más
estimado que el de Duque.
En los Concilios, los Duques se colocaban
siempre detrás de los Condes.
Durante la Reconquista, Castilla, Aragón y
el Principado de Cataluña empezaron como condados.
Esto evidencia la
importancia de este título en aquella época.
El primer Conde
independiente de Castilla fue Fernán González, que, en realidad, era el
rey castellano.
Luego el título de Conde quedó reservado para la alta
nobleza.
En tiempos de Fernando "el Santo" se daba de por vida, pero los
descendientes no tenían derecho a heredarlo.
Posteriormente se otorgó
tal dignidad con carácter de perpetuidad para los sucesores.
Los condados por concesión real o de privilegio empezaron con el título de
Conde de Trastamara, otorgado en el año 1.328 por Alfonso XI.
En lo que
se refiere a Cataluña, el Condado de Barcelona tuvo su origen en un
Estado que llevó el nombre de "Marca Hispánica", que dependía, en un
principio, de los reyes carovingios, constituido por el territorio
español comprendido entre los Pirineos y el río Ebro, unido a algunas
provincias del sur de Francia.
Actualmente, y desde la abolición de los
Mayorazgos en España, el título de Conde ha quedado como signo de
aristocracia y nobleza, pero sin las prerrogativas y privilegios de
otros tiempos.
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