Francisco Pizarro
De acuerdo con numerosos genealogistas, el apellido Pizarro es muy antiguo y de
ilustre linaje, asegurando que algunos miembros de esta estirpe, se
distinguieron en Covadonga unidos a los animosos guerreros de don Pelayo, y que
después sus descendientes se esparcieron por todos los puntos de la Península,
principalmente en Aragón y Navarra, de donde pasaron a Extremadura, contándose
algunos caballeros de este apellido entre los conquistadores y pobladores de
Trujillo.
Pero el que más elevó y enalteció esta casa, inmortalizando su nombre, fue el
conquistador del Perú, don Francisco Pizarro, a quien el Emperador Carlos V,
colmó de mercedes, creándole Caballero de la Orden de Santiago, Marqués de las
Charcas y gobernador de Nueva Castilla.
Francisco Pizarro nació en Trujillo, en el año 1.478 y era hijo natural del
capitán Gonzalo Pizarro.
Antes de pasar a las Indias, lo que hizo en el año
1.502, acompañó a su padre en las guerras de Italia.
Una vez en el Nuevo
Continente a donde llegó con Nicolás de Ovando, sirvió como teniente a don
Alonso de Ojeda, y asistió con Vasco Núñez de Balboa al descubrimiento del
Océano Pacífico.
Las noticias que le llegaron, de que existía un gran país llamado Biru o Perú,
despertaron su interés por explorar dicha región.
Decidido a emprender la aventura, pero consciente de que no podía hacerlo solo,
se asoció con Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque, en el año 1.522.
A cambio de dar licencia para la armada, el gobernador Pedrarias entró a formar
parte en 1.524, pero se separó en 1.526.
Pizarro asumió la dirección de la
empresa, pero quedó estipulado que los beneficios que de ella se obtuvieron,
serían repartido a partes iguales entre los tres socios.
Francisco Pizarro partió de Panamá a fines de 1.524 con una nave, dos canoas y
ochenta hombres.
Fue un viaje desastroso que finalizó en Chipamá, donde lo
encontró Almagro.
No se desanimaron y de vuelta a Panamá, prepararon la segunda expedición.
Fue todavía peor que la anterior, porque a las penalidades sufridas, hubo que añadir
el ataque de los indios.
Continuaron, no obstante, hacia el sur y, agotadas las provisiones, Almagro
regresó a Panamá en busca de refuerzos, quedando Pizarro en la isla del Gallo
con un reducido grupo de hombres, trece en total.
Con la llegada de Bartolomé Ruiz con refuerzos, se continuó la exploración hacia
el Sur y descubrieron así el Perú.
Regresaron a Panamá a fines de 1.528, pero a pesar de que la empresa había sido
un éxito, el gobernador Pedro de los Ríos, les negó su apoyo.
De acuerdo con sus socios, Francisco Pizarro se trasladó a España para
entrevistarse con el Emperador Carlos V, de cuya visita derivaron las
capitulaciones firmadas en Toledo en 1.529.
Pero Pizarro miró para sí mismo,
obteniendo más privilegios que aquellos que se concedían a su socio Diego de
Almagro, por lo que éste se sintió defraudado.
Pizarro regresó a Panamá, llevando con él a sus hermanos Hernando, Gonzalo y
Juan.
Pizarro emprendió una nueva expedición con tres navíos y 180 hombres, con
los que llegó a Túmbez, donde tuvo noticias de la guerra civil que asolaba el
imperio inca.
Siguió hasta Tangarara, donde fundó la primera población española que llamó San
Miguel de Piura, y continuó hasta Cajamarca, a fin de encontrarse con Atahualpa.
Mediante una trampa, se apoderó del emperador inca, al tiempo que sus hombres
hacían gran matanza de indios, atemorizados por los arcabuces de los españoles y
los caballos, animales a los que desconocían.
Atahualpa ofreció a Pizarro un
valioso tesoro a cambio de su libertad, ofrecimiento que fue aceptado, pero una
vez dueño Pizarro de las riquezas, faltó a la palabra empeñada, y no le devolvió
la libertad al Inca.
No sólo fue eso:
Pizarro temiendo que la prisión de su Soberano provocara un
levantamiento inca, sometió a Atahualpa a un rápido proceso que finalizó con la
ejecución de éste.
Con el grueso de sus tropas, Pizarro partió para Cuzco, pero
antes queriendo dar apariencia de legalidad a sus actos, proclamó un nuevo
Emperador en la persona de Tupac Hualca.
El nuevo inca murió durante el camino hacia Cuzco y fue sucedido por su hermano
Manco Inca, con quien Pizarro hizo su entrada en Cuzco.
Por aquel entonces,
Pedro de Alvarado, Adelantado de Guatemala, invadió el Perú y Diego de Almagro
salió a su encuentro, logrando detenerle, haciéndole desistir de sus propósitos.
Como Capitán General, Pizarro llevó a efecto la fundación de Lima, en tanto que
su hermano Hernando viajaba a España llevándole al Emperador Carlos V, un
fabuloso tesoro y ser el portavoz de las peticiones de su hermano y de Diego de
Almagro, Francisco Pizarro obtuvo el título de Marqués, así como la ampliación
de su gobernación.
Para Almagro obtuvo la creación de la gobernación de Nueva
Toledo, con 200 leguas, al Sur de la que correspondía a Francisco Pizarro.
Y allí mismo fue donde comenzaron las disputas entre Pizarro y Almagro, porque
cada uno pretendía que la opulenta Cuzco pertenecía a su demarcación, y este fue
el motivo de las primeras riñas entre ambos.
Pizarro consiguió aplacar a Diego
de Almagro, encargándole la conquista de Chile.
En ausencia de Almagro, se produjo la rebelión de los incas acaudillados por
Manco Inca, un tanto cansados de soportar ciertos abusos por parte de los
españoles.
En muy poco tiempo, la rebelión se extendió por todo el país, pero
los indios que habían sitiado Lima y el Cuzco tuvieron que retirarse ante el
regreso de Almagro, que volvía decepcionado de su intento de conquistar Chile.
Almagro entró triunfante en Cuzco tomando prisionero a Hernando Pizarro, a quien
hacía culpable de las desavenencias surgidas entre él y Francisco Pizarro, en lo
que no le faltaba la razón porque Hernando era un hombre intrigante, cruel y
ambicioso, con no excesivos escrúpulos.
Por mediación de un religioso, fray Francisco de Bobadilla, Francisco consiguió
que Almagro pusiera en libertad a su hermano Hernando, pero una vez que esto se
hizo, le reclamó a Almagro la posesión de Cuzco, conminándole a que se marchara
de la población y se la dejara por suya.
Se desencadenó la lucha armada y
Hernando Pizarro hizo prisionero a Diego de Almagro en la batalla de las
Salinas, y lo hizo ejecutar sin esperar la llegada de su hermano Francisco, que
volvía con el hijo de Almagro a quien había retenido como rehén.
Fue un triste
final para un hombre como Diego de Almagro, a quien todos estimaban por su
carácter generoso y desinteresado.
Dueño ya de Cuzco, Francisco Pizarro quien, dicho sea de paso, no lamentó mucho
la ignominiosa muerte del hombre que en otros tiempos había sido su socio y
amigo, Pizarro convirtió Cuzco en el centro de la expansión colonizadora,
creando nuevos cultivos agrícolas y fundando nuevas ciudades.
Pero la
resistencia de los indios continuaba, alentada por Manco Inca y por otra parte,
cuantos habían sido amigos y compañeros de Diego de Almagro, indignados por lo
que ellos juzgaban un crimen cometido en la persona de este, atizaban el
descontento contra Pizarro, alentado por el joven Almagro, hijo del ejecutado, a
quien llamaban "el Mozo".
La corona, enterada de todas aquellas desavenencias que para nada beneficiaban
la paz y el orden en el país conquistado, encargó a Vaca de Castro que mediara
entre ambos bandos, buscando la reconciliación entre ellos.
Pero los almagristas
creyendo que los Pizarro se habían ganado a Castro para su bando, decidieron
acelerar la conspiración contra Francisco Pizarro, al que odiaban profundamente.
El 26 de junio de 1.541, asaltaron el palacio de Francisco Pizarro, le dieron
muerte y proclamaron gobernador a Almagro "el Mozo".
No somos historiadores y por tanto, no nos compite emitir un juicio sobre este
conquistador.
Sí podemos decir que a la luz de cuantos documentos existen de la
época, Francisco Pizarro fue un hombre de un valor casi increíble, un
conquistador excepcional.
El lado oscuro de su recia personalidad se encuentra
en su dureza que, a veces, rayaba en la crueldad.
Las ejecuciones del Inca
Atahualpa y la alevosa muerte de Diego de Almagro, son dos páginas negras en su
vida.
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