Cuándo comenzó la Heráldica
He aquí una pregunta de difícil contestación dado que se ignora la fecha exacta
del comienzo de la ciencia heráldica.
Esta se basa en unos hechos que se van
produciendo desde la más remota antigüedad hasta que se van sujetando
a un estado de Orden y es así como aparecen ciertas reglas que conceden a la
heráldica su carácter científico.
Ciertamente, en los primeros tiempos de la
historia de la Humanidad, en las lejanas Edades en las que el hombre aún no se
había constituido en núcleos de población, hablar de heráldica sería totalmente
absurdo.
Tuvo que llegar una cierta civilización formando primero los grupos de
sacerdotes y guerreros, es decir, los grados, para que surgiera lo que podríamos
denominar como una incipiente heráldica, o lo que es lo mismo, la necesidad de
adoptar ciertos signos para distinguirse unos de otros.
Naturalmente no es
concebible imaginar al hombre de la Edad de Piedra preocupado por alcanzar un
blasón que le identificase como el primero en hazañas cinegéticas o también
guerreras...
Llegaron los tiempos en que los humanos vivieron en núcleos y con las
rivalidades de los distintos grupos aparecieron las guerras y con ellas las
hazañas heroicas.
Pero el recuerdo de tales actos se iba perdiendo, aunque
viviera durante algún tiempo en la memoria de los coetáneos.
Siempre hubo
héroes, pero convendrá tener en cuenta que jamás se trató de seres aislados.
Procedían de un tronco, de una familia que siempre se enorgullecía de él.
Estas familias que sobresalían entre las demás buscaron la manifestación de los
grandes hechos familiares y así como el apellido se distingue del linaje, así
con los escudos de armas se patentizan los timbres de gloria de los
pertenecientes a determinada familia.
Hay otro aspecto muy digno de tener en cuenta:
Los reyes quisieron premiar a sus
más fieles vasallos por los servicios prestados a la Corona.
¿Cómo?
Ascendiéndolos a una categoría superior, es decir, ennobleciéndolos.
Fueron ellos los que estimularon el uso del blasón, así como la ostentación de utilizar
sus propias armas a los caballeros.
Conseguir el escudo llevó, y es lógico, a la
realización de hechos de armas que redundaban en beneficio de la nación dado
que, por lo general, tal cosa significaba un poderoso acicate que estimulaba el
valor de los guerreros.
Sería falso dejar de señalar que, aparte de los honores
que el escudo llevaba inherente, existía también otro estímulo más prosaico y
materialista.
Cierto que los hechos heroicos ennoblecían el apellido, pero
también es verdad que por lo general, los monarcas premiaban a sus fieles
vasallos otorgándoles en propiedad aquellas tierras que conquistaban.
Un sólo ejemplo basta:
Se habla del latifundio andaluz y sus orígenes están
absolutamente claros:
Fueron los Reyes Católicos los que, en agradecimiento a la
ayuda prestada por sus señores feudales en la conquista del reino de Granada y,
al igual que lo hicieran sus predecesores, hicieron donación de enormes
extensiones de tierra a sus nobles.
Existe una característica muy propia en la
Edad Media.
El poder real no es absoluto dada la existencia de los señores
feudales.
Éstos son a escala más reducida soberanos que mantienen sus Ejércitos
particulares y que cuando conviene a sus intereses, llegan a desconocer la
autoridad real, a la que no solamente desafían sino que llegan hasta
enfrentarse.
El señor feudal vive en su castillo rodeado de sus tierras y cuanto
en ellas ocurra es de su absoluta incumbencia.
El señor de Horca y Cuchillo.
No tiene más conocimiento que el de sus comarcanos y, a veces, no sólo ignora lo
que ocurre en la Corte sino que no le importa en absoluto.
Mantiene sus guerras
propias contra sus vecinos unas veces para apoderase de tierras que le son
ajenas y otras para intentar recobrar lo que otro más fuerte que él le ha
despojado.
En estas contiendas particulares la autoridad real brilla por su
ausencia.
Se hacía preciso un acontecimiento que alterase los cimientos de una
sociedad medieval para dar paso a un nuevo orden de cosas.
Este acontecimiento se basó en las Cruzadas.
Unidos ante el "infiel" los nobles de todas las
naciones de Europa olvidaron sus rencillas prestos a trasladarse a Tierra Santa
y combatir al sarraceno conquistador de Jerusalén.
Y en esta guerra es cuando se
evidencian con mayor fuerza los esfuerzos de los caballeros ansiosos de añadir
nuevas glorias a sus linajes.
Aquí se entabla una feroz competencia para ver
quien es más que nadie.
El espíritu caballeresco se manifiesta con toda su
fuerza y los nobles aúnan esfuerzos en honor de su dama y la gloria de su
linaje.
Cada uno lleva su propio distintivo, sus armas, que los hace ser
reconocidos y su mayor tesón es que esas armas que reflejan sus escudos se
cubran de honor y triunfo.
Pero ocurre que los escudos con los distintivos se
multiplicaron de tal forma, que surgió la imperiosa necesidad de someterlos a
leyes fijas y precisó que fueran las que configuraron el Código heráldico.
En las Cruzadas hizo su aparición el blasón como la representación gráfica de
los hechos llevados a cabo, la insignia que muestra ante todos el honor de aquel
que lo posee y que, con posterioridad, van heredando todos los de su linaje.
Es por eso que la Heráldica como Ciencia del blasón aparece con toda su fuerza en
las Cruzadas.
Lo que viene después la herencia de aquellos signos y distintivos
por parte de los hijos, o las familias de aquel que los conquistó por sus hechos
de armas.
Este carácter ya se va trasmitiendo en tiempos posteriores, pero la
heráldica como ciencia deja de basarse únicamente en los guerreros para
extenderse en otros campos.
En la sociedad, conforme el progreso se manifiesta,
aparecen los hombres que tanto en el estudio como en la Ciencia llevan a cabo
asombrosas conquistas y los reyes comprendiendo que tales esfuerzos hay que
dignificarlos, no son reacios a otorgar nuevos títulos de nobleza, de tal forma
que el escudo se diversifica, ya no sólo es la representación de las victorias
bélicas, sino que también es el emblema del talento o las virtudes del ser
humano.
El sabio, el hombre de letras, el sacerdote, alcanzan sus propios blasones.
La Heráldica, nacida en el escudo del guerrero se extiende hasta el
punto de que, con el tiempo, va naciendo, aparte de la religiosa, otro tipo de
heráldica, como la comercial, la deportiva, la que distingue a las profesiones, etc.
Esto produce que la afición a esta ciencia y al estudio de la misma sea cada día
mayor y ya no se trata solamente de conocer aquello que nuestros antepasados nos
legaron, sino estudiar asimismo todo cuanto se relacione con La Heráldica.
¿Quién no ha deseado conocer los orígenes de su apellido?
Al entrar en posesión
de este conocimiento, penetramos también en la historia.
Conocer el mundo heráldico es algo apasionante, por las múltiples facetas que en
el mismo se encierran.
No sólo las naciones sino los pueblos poseen sus propios
escudos y no deja de ser interesante saber como los conquistaron, qué significan
y qué derecho tienen a ostentaros.
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