SANTO SEPULCRO
Esta Orden nació en la época de las Cruzadas y fue
una iniciativa del célebre personaje histórico
llamado Godofredo de Bouillón, conquistador de los
Santos Sepulcros.
Escudo: Cruz potenzada, de gules, con cuatro
cruces potenzadas del mismo color, dos en cada
costado.
La Orden del Santo Sepulcro
Esta Orden nació en la época de las Cruzadas y fue iniciativa de Godofredo de
Bonillón, el conquistador de los Santos Lugares, en la primera Cruzada, armando
cincuenta caballeros sobre el sepulcro del Redentor.
Una Cruzada que se caracterizó por la violencia de la lucha.
El mismo Godofredo declaró que al
entrar en Jerusalén, los caballos de las huestes cristianas galopaban sobre ríos
de sangre y que ésta "llegaba hasta las rodillas de sus monturas".
Aunque parece un tanto exagerada tal afirmación, lo cierto es que, en efecto, la batalla fue
sumamente sangrienta, lo que no deja de ser un contrasentido; allí donde Jesús
predicó la paz entre todos los hombres, hubo lucha, sufrimiento y muerte.
En lo que respecta a la Orden del Santo Sepulcro, no cabe la menor duda de que,
en efecto, en su fundación participaron cincuenta caballeros y así lo hace notar
el poeta Torcuato Tasso:
Son cincuenta guerrier he in pure argetnto.
Apiegan la tronfal perpetua coce.
Esta Orden constituye una de las cinco que se instituyeron en los Santos
Lugares:
La Orden del Temple, la Orden de San Juan de Jerusalén, La Orden del
Santo Sepulcro, los Caballeros Teutónicos, y la Orden de los Lazaristas.
Los primeros custodiaban el Templo y llevaban la cruz "pate" de gules; los segundos
usaban la cruz blanca de ocho puntas; los terceros fueron llamados en su origen
sepulturistas, los primeros freires de la Orden que estudiamos; los Caballeros
Teutónicos cuidaban del Hospital de Santa María y los Lazaristas asistían a los
leprosos y se distinguieron por la cruz verde de ocho puntas.
Los sepulturistas estuvieron encargados del Sepulcro desde el año 1.098.
Desde un comienzo tomaron gran incremento y estaban obligados a aportar 1.000
sirvientes de armas; los Templarios presentaban los caballeros y los caballeros
de San Juan de Jerusalén, 50.
Y en la corte del rey de Jerusalén tenía que haber
constantemente 100 Caballeros del Santo Sepulcro con el objeto de cubrir las
expediciones militares que se fueran presentando.
Tal cosa motivó que los caballeros de esta Orden tomaran parte en casi todos los
hechos de armas a partir del año 1.123, luchando al lado del rey Balduino de
Jerusalén.
Estuvieron en en el sitio de Tiro, en el año 1.128 en la toma del
castillo de Monteferrand, en 1.146, en el sitio de Damasco, en 1.153 en la toma
de Arcalea, en 1.182 en la batalla de Bethsan, en 1.180 en el sitio de San Juan
de Acre, en el que murió, combatiendo, el Prior de la Orden.
Con la toma de Jerusalén por los turcos, los caballeros del Santo Sepulcro se
trasladaron a Europa, extendiéndose por Polonia, Francia, Alemania, y Flandes,
instituyendo diversos conventos entre los que pueden citarse los de Parma,
Perusa y París.
En lo que respecta al distintivo, los caballeros de esta Orden utilizaban la
cruz potenzada roja en el manto, divina heráldica de Jerusalén, y la cruz
patriarcal de doble traviesa sobre el pecho.
Habrá que decir que al estar encargado los Franciscanos de Tierra Santa, el Papa
León X los autorizó para armar caballeros del Santo Sepulcro a cuantos
peregrinos llegaban a Jerusalén y así lo solicitaban, siendo condición
indispensable pertenecer a familias principales de Europa.
En el año 1.480, el Papa Inocencio VII decidió incorporar la Orden del Santo
Sepulcro a la de Jerusalén y más tarde, el Pontífice Pío X se reservo el Gran
Maestrazgo en el año 1.904.
En lo que toca al uniforme, con ligeros variantes según los países, es de paño
blanco, con charreteras de coronal, espada y sombrero de dos puntas.
En la antigüedad existían tres clases de caballeros:
De Honor y Devoción, los de
Justicia y los de Gracia Magistral, nombrados por el Gran Maestre título
honorífico.
En la actualidad, la Orden se divide en tres grados:
Caballeros, Comendadores y Grandes Cruces.
En lo que se refiere a esta orden en España, hay
que decir que al encontrarse el país en la época de la Reconquista, no había que
salir de él para luchar contra los mahometanos.
Claro que de esta labor se
encargaban en alto grado los Caballeros Templarios hasta el punto que, en
Cataluña, el conde soberano Ramón Berenguer III tomó el hábito de esta orden.
En Aragón, el rey Alfonso I el Batallador quiso hacer otro tanto, pero eligiendo la
Orden del Santo Sepulcro, y la instituyó heredera de su reino y dominios,
conjuntamente con la del Hospital y la del Temple, según su testamento de 1.134.
De aquí como, de hecho, quedaban tres órdenes Militares como soberanas del reino
de Aragón, hecho insólito no dado hasta entonces.
No obstante sus Maestres tuvieron el buen tino de declinar dicha soberanía sobre
todo al comprobar que el reino se alborotaba por lo que decidieron ceder sus
derechos al conde soberano de Barcelona Ramón Berenguer IV que así ceñía en sus
sienes la Corona de Aragón.
Muy agradecido por la merced, el soberano catalán ingresó en la Orden del Santo
Sepulcro, pero sin renunciar a la gobernación de sus Estados, con lo cual la
citada orden quedó firmemente asentada en Cataluña.
Las otras dos Órdenes
Templarios y Hospitales, renunciaron asimismo a sus derechos sobre la corona de
Aragón y el asunto quedó definitivamente resuelto.
Los caballeros del Santo Sepulcro continuaron batallando contra los musulmanes
hasta el punto que el rey Jaime I, el Conquistador, los hizo objeto de grandes y
ricas mercedes.
Para indicar la descendencia de la orden al Patriarca de Jerusalén, en las
iglesias de esta Orden siempre se ostentaba en su fachada la cruz patriarcal de
doble traviesa.
Por el breve pontificio de 1.907, el Papa Pío X se reservó el Gran Maestrazgo de
la Orden, nombrando lugarteniente suyo al Gran Patriarca latino de Jerusalén.
El uniforme de los capitulares nobles de España consiste en la casaca blanca,
con charreras de coronel y la cruz roja quíntuple en el pecho, pantalón azul con
franjas doradas y sombrero bicornio.
Para el oro: manto blanco con golilla y birrete negro.
La capa de paseo y el manto ostentan también la cruz roja
potenzada, con las cuatro cruces más pequeñas en los ángulos.
La venera lleva como divisa la cruz patriarcal de doble traviesa.
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