CARTUJOS
Fue fundada por San Bruno en los inicios del siglo
once en una población francesa y muy pronto se
extendió por España, donde tiene varias y muy
conocidas Cartujas:
Miraflores, en Burgos; Aula Dei,
en Zaragoza; Porta Coeli, en Valencia; Santa Mª de
Montalegre, en Tiana, Barcelona...
Escudo: En campo de plata un triunfante
surmontado de siete estrellas de cinco puntas de
oro.
La Orden de los Cartujos.
Fundada por San Bruno, en el año 1.084, en Chartreuse-Grenoble, Francia, esta
Orden tiene en España cinco cartujas:
La Cartuja de Miraflores en Burgos; la
Cartuja del Aula Dei en Zaragoza; la Cartuja de Santa María de Montalegre en
Tiana, Barcelona; La Cartuja de Nuestra Señora de Porta Coel en Valencia y la
Cartuja de Nuestra Señora de la Defención en Jerez de la Frontera, Cádiz.
Bruno de Hatenfaust, el futuro Santo de la Iglesia, nació en Colonia en el año
1.030 y murió en Della-Torre, Italia, en 1.101.
Guiado por una fuerte vocación
religiosa, se ordenó sacerdote y ocupó una canonjía en Colonia.
En el año 1.057
pasó al puesto de maestrescuela de Reims.
Pasado el tiempo y también en Reims
ocupó la cancillería arzobispal.
Pero tuvo un enfrentamiento con su obispo
simoniaco, Manases de Gournay, que acabó con la deposición de Bruno por el
Sínodo de Autun.
Este hecho le lleva a retirarse definitivamente a la soledad.
Primero se estableció en Seche-Fontaine y posteriormente en la "Grande
Chartreuse" y fue allí donde, precisamente, decidió fundar la primera cartuja en
1.084.
El Papa Urbano II, que había sido su discípulo, quiso tenerlo como
consejero en Roma (1.089).
Después de meditarlo, Bruno se decidió a emprender el
viaje a la Ciudad Eterna sobre el año 1.090.
En una ocasión, viajando con el Papa por el sur de Italia vio unos terrenos
yermos y se los pidió al Pontífice que no tuvo el menor reparo en concedérselos.
Aquellas tierras se llamaban Della Torre.
Su idea era formar la primera cartuja
y así lo hizo, pero pronto su fama atrajo a nuevos ermitaños y hubo que
construir una segunda.
No redactó Reglas particulares, siguiendo la de San
Benito.
A San Bruno se le representa vistiendo el hábito blanco de los cartujos
y sus atributos son la estrella sobre el pecho (como símbolo de la visión que
tuvo San Hugo) y la mitra y el báculo a sus pies, con la calavera, el crucifijo
arborescente y un ramo de olivo.
El Papa Urbano II había sido monje benedictino.
Junto a él, San Bruno pudo
estudiar la Regla de San Benito e irse imponiendo de lo que era la vida en las
abadías y monasterios dependientes de la casa central de Cluny.
Conoció asimismo
cómo de la casa madre habían salido numerosos monjes que no estaban conformes
con la manera en que se desarrollaba la vida en aquella Abadía.
Entre ellos San
Romualdo en 1.027 para retirarse a un lugar solitario y fundar la comunidad de
los Camaldulenses que, aun rigiéndose por la Regla de San Benito, se separaban
de la casa madre.
Un año antes de que San Bruno se decidiera a la fundación de la cartuja, seis
monjes benedictinos encabezados por Roberto, abad del monasterio de Solesmes, se
marcharon al desierto del Cister aposentándose en humildes refugios de madera.
Al cabo de un año, el abad de Solesmes fue llamado otra vez a su puesto y le
sucedió Alberico quien obtuvo del Papa la aprobación de la nueva Orden, si es
que así puede denominarse la reforma del Cister.
El Cister desde el primer
momento, insistió en condenar el fausto y el lujo de las casas clunicenses.
Los
cistercienses debían manifestar su desdén por los ornamentos:
Las paredes serían
de madera pintada, los candelabros de hierro, los campanarios de madera y sin
alturas presuntuosas y nada de vidrieras de colores en las iglesias de los
monasterios.
Éstas debían estar todas dedicadas a María porque la Virgen era la
patrona de la casa de Solesmes, donde se había iniciado el Cister y también para
evitar cultos fantásticos, una de las causas de la corrupción de Cluny.
Los
monasterios del Cister no precisaban de riquezas porque estaban rodeados de
granjas que los monjes dirigían y administraban.
En cada granja vivía una
familia de labriegos y los monjes acudían allí sólo de vez en cuando a fin de
que los trabajos del campo fueran atendidos debidamente.
Era la vida
contemplativa en toda su pureza.
Sin embargo, aun esto era demasiado para San
Bruno.
El quería más humildad y más pureza cristiana todavía.
San Bruno fue uno
más de los que decidieron retirarse a un lugar solitario para consagrarse a las
prácticas monásticas, alejadas de todo boato.
Varias fundaciones se llevaron a
efecto durante los siglos XI y XII que revelan el ansia que empujaba a los
monjes en su ideal ascético.
A comienzo del siglo XI se separó del Papa Urbano II para retirarse al desierto
de la Gran Cartuja, en un rellano de los Alpes porque lo considero bastante
apartado y con un clima lo suficientemente crudo para no tentar a los que no
tuvieran firme vocación de penitencia.
La fundación de la Cartuja únicamente
podía interesar a aquellos que prefieren siempre esos retiros del mundo y
encontrar la perfección ejemplar encarnada en la fraternidad de sus monjes,
sintiendo el amor cristiano que cada hombre debe tener hacia sus semejantes.
San
Bruno, como hemos dicho, no redactó ninguna Regla guiándose por la de San
Benito.
Las "Consuetúdines" o Reglas de los cartujos no se redactaron hasta
1.125, unos veinte años después de la muerte de San Bruno.
En las "Consuetúdines",
el número de monjes se limita a doce por monasterio, con dieciséis conversos y
algunos pastores y labriegos.
Sobre la figura del Fundador, San Bruno, existe abundante iconografía que
comienza a partir del siglo XI, en el que se divulgó su culto, y adquiere su
mayor importancia desde su canonización en el año 1.623.
Es en el arte alemán
donde aparece la más antigua representación del Santo en el siglo XV, debida al
Maestro de la Sagrada Familia (Museo de Colonia).
En Francia figura San Bruno en
el "libro de horas del Duque de Berry".
En la basílica de San Pedro, en Roma se
encuentra otro cuadro "San Bruno rechazando la mitra".
Pero fue en España donde
preferentemente se desarrolló la iconografía del Santo:
Escultores como Martínez
Montañés, (Catedral de Cádiz), Alonso Cano, (Cartuja de Granada) y Manuel
Pereira, (Cartuja de Miraflores).
En la pintura española destaca "San Bruno en
actitud de pedir silencio" (Museo de Valencia) por Francisco Ribalta.
Constituyen también un valioso tesoro artístico los ciclos narrativos de la vida
del Santo pintados por V. Carducho (Cartuja del Paular) y por Zurbarpá (Cartuja
de Santa María de las Cuevas, (Sevilla).
El marco donde se desarrolla vida de los cartujos viene siempre a ser igual o
extremadamente parecido:
La Cartuja no es proclive a lujos, ni grandes
exponentes de riqueza arquitectónica; generalmente corresponde siempre a un
mismo plan:
Situadas en una gran extensión de terreno, todos los edificios se
distribuyen en torno del pequeño y el gran claustro.
Éste se encuentra
flanqueado por las celdas de los monjes conversos.
Por lo general, constan de dos plantas:
La baja, con un cuarto que sirve de
almacén de madera y otra habitación equipada como taller, y la alta compuesta de
una antecámara, una habitación muy reducida destinada a biblioteca, el
dormitorio y un cuarto de rezos con su reclinatorio.
En lo que respecta al
claustro menor, en torno suyo se eleva la iglesia, la sala capitular, el
refectorio y las capillas privadas.
La iglesia nunca suele ser muy grande y se
divide en dos partes:
La destinada a los monjes del coro y los hermanos.
El
refectorio siempre está separado de la iglesia.
En cuanto a las celdas de los
hermanos se encuentran en el patio de entrada, próximas al pequeño claustro y
las celdas de los hermanos legos alrededor del patio denominado de disciplinas u
obediencias.
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